Ver la brujería desde el punto de vista del hombre común y
corriente es ver o bien una idiotez o un insondable misterio, que está fuera de
nuestro alcance.
Y, desde el punto de vista del hombre común y corriente, esto
es cierto, no porque sea un hecho absoluto, sino porque el hombre común y
corriente carece de energía necesaria para tratar con la brujería.
Los seres humanos nacen con una cantidad limitada de energía
– una energía que a partir del momento de nacer es sistemáticamente desplegada y
utilizada por la modalidad de la época, de la manera más ventajosa.
La brujería –decía don Juan, sabio maestro de Carlos
Castaneda – es un estado de conciencia… Existe un poder escondido dentro de
nuestro ser que se puede alcanzar…
Una vez que lo alcanzamos, empezamos a ver, es decir, a
percibir algo más.
Y después comenzamos a saber de una manera directa, sin tener
que usar palabras…
Es una percepción acrecentada, un conocimiento silencioso.
Este brillante destello de conocimiento ilumina los
recónditos parajes de la mente humana.
La brujería y la magia se revelan así como metáforas de la
necesidad del hombre de comprenderse a si mismo.
La brujería es un viaje de retorno.
Retornamos al espíritu, victoriosos, después de haber
descendido al infierno.
Y desde el infierno traemos trofeos.
El puro entendimiento es uno de esos trofeos.
Agrega Don Juan Matus que el hombre racional, al aferrarse
tercamente a la imagen de sí mismo, garantiza su abismal ignorancia.
Ignora, por ejemplo, el hecho de que la brujería no es una
cuestión de encantamientos y abracadabras, sino la libertad de percibir no sólo
el mundo que se da por sentado, sino también todo lo que es humanamente
posible.
Una de las cosas más dramáticas de la condición humana es la
macabra conexión entre la estupidez y la imagen de sí mismo.
Es la estupidez la que nos obliga a descartar cualquier cosa
que no se ajuste a las expectativas de nuestra imagen de sí mismo.
Por ejemplo, como hombres comunes y corrientes, pasamos por
alto el conocimiento más crucial para nosotros: la existencia del punto de
encaje y el hecho de que puede moverse.
Aquí es donde la estupidez del hombre común es más peligrosa.
El hombre le tiene terror a la brujería.
Tiembla de miedo ante la posibilidad de ser libre.
Y la libertad está ahí a un centímetro de distancia.
Los brujos llaman a la libertad el tercer punto, y dicen que
alcanzarlo es tan fácil como mover el punto de encaje.
Una fibra alta puede mover el punto de encaje.
Por ejemplo, el hambre o el miedo o el amor o el odio, una
fiebre muy intensa, etc., también pueden hacerlo.
Lo mismo el misticismo y el intento inflexible, el método
preferido de los brujos.
Nuestra racionalidad nos pone entre la espada y la pared.
Nuestra tendencia como seres humanos es la de analizar,
sopesar, averiguar, planear, reflexionar.
Y no hay modo de hacer eso desde dentro de la brujería.
La brujería es el acto de llegar al lugar del conocimiento
silencioso, y el conocimiento silencioso no es analizable, porque sólo puede ser
experimentado.
La meta de la brujería es reestablecer el conocimiento
silencioso, reviviendo el vínculo con el intento; particularmente, llegar a
controlarlo pero sin sucumbir a él.
Los centros abstractos de las historias de brujería son, por
lo tanto, diferentes matices del conocimiento silencioso, diferentes grados de
nuestra capacidad de esta conscientes del intento.
Texto copiado de aqui
PaulyS
4 comments:
que genial PaulyS ( perdón señora ana paula andrada, prometo tratar de nombrarla con su nombre real)
me encanta la idea y fue una muy linda sorpresa encontrar la frase de mi madre allá en las alturas del blog. ya mismo le cuento.
lo mejoe en esta etapa y... obviamente ya soy tu seguidora ( aunque networked anda medio lento para poner mi cara facebookera)
TKM
Vir Gracias!! Is all about love... and butterflies!!!
jope pau !me ha encantaoooooooooooooo! me chifla, me gusta,!!!!!!!un besazo grande grande.
always...
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